miércoles, 26 de agosto de 2009

Lo lechone

Reutemann me produce sentimientos encontrados. Fui fana suyo cuando corría en la F1. Me comí garrones de ir a las 12 de la noche al autódromo, así estar bien arriba en la popular a esperar a las 3 de la tarde que empezara la carrera, en pleno Enero.
Hoy en muchos blogs y en algunos medios se edita su puteadita con sus supuestos fracasos deportivos. Se lo tilda, en lo deportivo, en los mismo que en lo político. Algunos se olvidan que si no fue campeón mundial se debió a que en una carrera Lole mandó al director de Williams a que se recontrameta en el culo el cartel donde le ordenaban dejar pasar a Alan Jones. En la carrera siguiente que definía el campeonato a Lole le dieron un 2CV disfrazado de auto de F1.
Uno de los mejores agarradores de curvas, el que una vez que la perfeccionaba no dejaba de tomarla así en toda la carrera.
Y no se quedó Lole sin nafta en ese gran premio de Buenos Aires. El Brabham se quedó sin nafta y no fue debido a su mal manejo, la toma de aire caída impedía una mezcla económica en el carburador.
Dejé de ver F1 cuando se retiró.
En las inundaciones de Santa Fe demostró que como político es un excelente corredor de autos. Que de allí no debería haberse ido. Que hubiese sido mejor que su fortuna, su tiempo y su saber se hubiesen volcado al automovilismo nacional para impulsar desde allí 3 ó 4 pilotos argentinos por temporada, como Brasil.
Pero le tiró más la política y hacerla desde el campo, desde la soja. Una vida deportiva plagada de vértigo y una vida política a ritmo de hacendado.
Lo del insulto nos asombramos porque nos gusta asombrarnos nomás. Repasen los videos de los piquetes del campo, puteadas de todo color. Miren la tele o escuchen la radio, putea cualquiera y a cualquier hora. Observen a sus hijos con sus amigos, una puteada intercalada tras otra en la charla. Oigámonos hablar, raro que no larguemos alguna tan sólo por preguntarnos dónde dejamos los puchos.
Estamos puteadores, mal hablados. Y no se trata de moralina, coincido con Fontanarrosa sobre las malas palabras. Es en su uso racional en donde la vamos. Buen gusto, mal gusto, esas cosas.
Pero algunos putean enojados, muy enojados. Muchos de ellos piensan que poniendo a Reutemann o cualquier otro improvisado en política van a poder estar contentos. Algunos sí, pero la gilada, la gran gilada, la asustada por los demonios, la que vive frustrada por no ser rica, no se da cuenta que venga quien venga, no le quedará otro destino que seguir enojada.

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