Nunca se es demasiado viejo para aprender. En estos días estoy tomando dos cursos acelerados: el primero es para aprender a callarme la boca un poco más. Ahora tengo responsabilidades políticas mayores y todo lo que diga no sólo me afecta a mi sino a la fuerza que represento. Por tanto las palabras tienen que ser sopesadas de otra manera y los juicios más meditados El otro curso intensivo es para aprender a no ser tan nabo. Parece increíble que a esta altura y a mi edad, me agarre un periodista con careta de compañero y me tenga hablando durante 28 horas, 14 reuniones de 2 horas, de todos los temas del universo. A la segunda reunión uno es medio amigo y habla con el tipo como si hablara con su hermano. Decís todo lo que se te pasa por la cabeza con absoluta ligereza, total son cosas destinadas a quedar entre él y vos. Porque se supone que el señor iba a escribir un libro sobre Pepe Mujica, no un libro con las conversaciones que mantuviera con él. En ese marco, uno se da permiso para ser frívolo, cuenta bolazos, hace comentarios sarcásticos. ¿De que hablás 28 horas sino es bobeando con los defectos de los demás? Todos somos malos con el mundo en privado y en confianza. Lo que más lamento es haber herido a algún compañero. Seguramente lo que se publica es sólo lo negativo que pueda haber mencionado. Lo positivo que también dije, quederá para los pocos que lean el libro entero. Pido disculpas y comprendo a quienes no las acepten. Lo hecho, hecho está. Me engañaron alevosamente y perdí. Mis adversarios se hicieron una fiesta ¡que la disfruten! Pero vayan sabiendo que es la última vez que ocurre.
Pepe Mujica
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