"Si la versión que mantiene es que yo le solicité la 'gauchada' de que hiciera un proyecto derogatorio, poco menos que de contrabando y de espaldas a la bancada del Frente Amplio, la niego enfáticamente. Y la seguirán negando mis huesos desde la tumba, pateando el cajón".
Gonzalo Fernández, penalista, ex funcionario de Tabaré
El tema son los Peirano, esa familia de delincuentes banqueros, perdón por la redundancia, que se quedaron con los ahorros de medio Uruguay. Dos veces. Lo bueno de las dinastías. En los '60 y en el 2001. Varias veces más entre esas décadas, pero de a poquito, sin que se note tanto.
Entre los dos grandes botines la picadora de carne militar, el sobrado motivo para hacer de un Tupamaro un tipo convencido. El Banco Transatlántico en los '60 inició un largo viaje que terminó en el 2001 y los Tupas vieron claro para donde iba el paquebote. Hubo pasajeros de primera como Battle que tuvieron poder de firma al principio y ni hablar al final del viaje. Medio siglo, los mismos apellidos, los mismos robos. Mujica y el resto de los rehenes volviéndose locos en los cuarteles. El resto mordiendo los dientes y ligando parejo.
Los que no eran tupas pero lo hubieran sido, tratando de moverse en Montevideo sin que se note. En las ciudades del interior era mucho más difícil. El "acá nos conocemos todos" de los pueblos chicos es tremendamente letal cuando el combate es fratricida, España aún debate su shock de la Guerra Civil ante la multiplicidad de los fusilamientos entre vecinos de toda la vida.
Luego los gobiernos de Sanguinetti y Lacalle. En sintonía. Nadie se tocaba el culo. No sea cosa de perder el estilo de vida uruguayo de las 500 familias. Si así estamos bien. Y llegó el Dr. Tabaré con el enfermo muy bravo. Sobre todo la periferia. Alguien tuvo la idea de hacer desaparecer la marihuana y en la boca de expendio decir que sólo había paco. En Uruguay el paco fabricó zombies mucho antes que en Buenos Aires se hable del tema.
El neoliberalismo había marchitado a los pueblos de las dos orillas. A todas las clases sociales. No se salvó nadie del daño aunque los de siempre como siempre terminaran más ricos tras las crisis. Secos de cultura, de solidaridad. No hubo guita afuera que pudiera pagar el daño de la parte que como sociedad los individuos integran aún siendo fundamentalistas del peor periodo individualista de las historia de la Humanidad desde Caín y su problemita con la ira.
Hoy con un Mujica más conciliador de lo que el resentido común colectivo que no estuvo ni media hora en el pozo que el Pepe estuvo 13 años podría imaginar, la oposición se encocora con detalles de aquello que fueron cómplices, beneficiarios, adictos en su lucha permanente para que Uruguay no deje de ser su Uruguay.
Y además no es cosa de andar negando con potencia pero sin bases. Las 40 razones de Gonzalo Fernández acá: La República.uy
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