John Riley se infiltra en una célula terrorista en un condado cerca de Oklahoma donde se entera que planean poner bombas en diez edificios federales. Ante la urgencia le avisa al Sheriff quien lo detiene y llevado ante el Juez del pueblo lo condenan a cadena perpetua.
Esto podría ser el comienzo de una de esas películas donde Hollywood denuncia corruptelas estadounidenses cuando ya no sirve de nada. Cuando los principales responsables están muertos y enterrados con honores. La película la veríamos en el canal FOX sufriendo por el héroe y maldiciendo a los villanos.
Pero no. Esto le pasó a cinco cubanos que infiltrados en una célula terrorista alertaron al FBI de futuros atentados.
Tal vez fue por enojo y fastidio. ¿Les habrán echado a perder algún auto atentado de la mano de cubanos al estilo texano del '63 o los de Saigón en los '50 en busca de la Tercera Fuerza? Habría que saber quién fue de la cadena de mando en EEUU que al enterarse de los futuros atentados no puso cara de sorpresa pero sí de que se sepa.
Desproporcionado, como todas las acciones que EEUU debido a su trauma ejecuta contra Cuba, los cinco cubanos, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González recibieron máximas penas de las cuales ya se comieron más de una década, en un país donde comprobados criminales y terroristas cubanos caminan libres por Miami, o en donde personajes como John Negroponte, genocida de Nicaragua, ocupan cargos gubernamentales.
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