domingo, 14 de noviembre de 2010

Urquiza a los porteños: "Los espíritus turbulentos para quienes nada hay bueno, sino ellos..."

Cuando Urquiza derrotó a Rosas en Caseros en 1852 también, como en la muerte de Néstor, corrió un festejo intramuros de la sociedad porteña, sobre todo de los extranjeros y de los argentinos que solían sobarle los huevitos a estos foráneos.

También festejaron los emigrados en Montevideo, ciudad que volverían a elegir ya no odiando a Rosas sino a Eva y Perón en 1955. Habían colaborado con el bloqueo anglo-francés que derivó en la Guerra del Paraná en 1845 por lo que la noticia del desfile de tropas extranjeras en Buenos Aires, algo que no sucedía desde las invasiones inglesas, no les afectaría en lo más mínimo.

Hasta Caseros los porteños hablaban de la Tiranía. Rosas era un tirano. Tal vez hablarían de inseguridad. Que en Argentina no se podía vivir. Los magnettos de esos años cagaban tinta desde Montevideo o desde Santiago de Chile. Hablaban de civilización, hablaban de barbarie y era apenas una lucha de clases. La de ellos contra los desagradables, el resto.

Después de Caseros, aún con los vapores saliendo de los caballos muertos en el campo de batalla, se desataron en Buenos Aires saqueos incontrolables. Los porteños habían pedido el fin de la tiranía y se encontraron con el fin del orden establecido, que a juzgar por como se quejaban de los que estaba pasando ahora en Buenos Aires parece que tan malo no era, había cosas peores. Tropas en desbande y los marginales del Riachuelo lanzados sobre la crema blanca.

Los porteños conocieron entonces la verdadera inseguridad.

Algunos porteños y extranjeros se envalentonaron contra los saqueadores siguiendo el ejemplo de soldados de los EEUU que custodiaban su embajada y atacaron a unos saqueadores en una tienda vecina. No se si me explico. La mayoría se encerró en sus casas con el culito apretado.

Urquiza ya estaba en la casa de Rosas en Palermo y los saqueos seguían. Había recibido el reclamo de los porteños quejososy de los representantes de delegaciones extranjeras, por lo que mandó a las cansadas tres batallones para pacificar la ciudad. Urquiza sabía que había pactado con el diablo. Difícil saber cual fue mayor traición, traer al ejército imperial brasileño o pactar con los unitarios porteños.

Urquiza ya instalado en el poder abandonó la divisa punzó, que se  mantenía obligatoria aún después de Caseros. Si fue un gesto de unidad los unitarios, los garcas, los gorilas, los de siempre, lo tomaron para el otro lado, empezaron a perseguir a los que la llevaban. Urquiza de a poco entendería el error de Caseros, el problema no era Rosas, sino esa manga de hijos de puta. La volvió a usar y volvió a ser obligatoria.

Esto generó quejas que se sumaban a la de achacarle a Urquiza el no querer pasar a degüello a una gran cantidad de federales notables del gobierno de Rosas. No es porque no haya sucedido con muchos federales, pero los porteños querían que fuera más extenso el exterminio. Algo que lograron hacer recién en 1976.

Urquiza, con los huevos al plato les dijo:

"Los espíritus turbulentos para quienes nada hay bueno, sino ellos, pretenden sembrar la discordia entre nosotros. El uso del cintillo punzó que reprueban con improcedencia, es un pretexto del que se valen para vengar en él su saña, poque el general en jefe del Ejército Aliado Libertador no ha permitido humedecer la calles de Buenos Aires con la sangre de los infelices que, corrompidos por el tirano, cometieron en épocas pasadas algunos crímenes y mancharon su nombre.

Los que han acusado de frente a la dictadura, por su inhumano proceder con los prisioneros de guerra y los enemigos de su partido, para ser inconsecuentes toda su vida, piden la muerte de los hombres que ellos no han sabido vencer en el campo de batalla.

No han logrado su objetivo, y de ahí esa hostilidad encubierta al cintillo punzó, que no debe su origen al dictador Rosas, sino la espontánea adopción de los pueblos de la República y que simbolizando la grande alianza y confraternidad argentina, está santificado en mil combates gloriosos para los que lo llevan, y que no ha mucho, los bravos del Ejército Coligado ostentaban en Caseros con noble orgullo entre el polvo y el estruendo de los cañones." 

Los porteños no se dieron por aludidos. Para ellos Urquiza era un idiota útil que ya había cumplido su función y al que pensaban hacer cagar desde apenas sonó el último disparo en Caseros. Ellos tenían ahora a Bartolomé Mitre. Empezaría con él el relato de la Argentina que nunca existió.

4 comentarios:

Julio Jaime dijo...

Necesito conocer mas de historia Argentina, a Urquiza lo tenia como un traidor por haberse aliados con países extranjeros para atacar al país, no como un tipo reflexivo que buscaba pacificar al pueblo.

Anónimo dijo...

Julio: Fue un traidor porque traicionó la causa federal aliándose con un rejunte de unitarios porteños, el ejército del Imperio del Brasil, y colorados uruguayos sólo para derrocar a Rosas.

Che: Muy interesante la infromación sobre Urquiza, debe haber algo en la genética porteña que trasciende la historia. Sus últimos posts uno mejor que el otro (salvo el comienzo del del queso). Un abrazo.
Hernán

Rafa Cab dijo...

VIVA EL GENERAL URQUIZA!!

MALDITO TIRANO ROSAS!! EL QUE SE FUE A VIVIR A INGLATERRA A TOAMR UN TE CON LA REINA! VENDE PATRIA! UNITARIO QUE SE HIZO PASAR POR FEDERAL

Serafín dijo...

Rosas era un tirano pusilánime que ni el honor de morir fusilado acepto y se escapó a Inglaterra como la rata cobarde que era