martes, 30 de agosto de 2011

Un libro para el Comandante Chávez que te cura de risa

 
De Enrique Jardiel Poncela

"Mi propósito era, nada más y nada menos, que el de procurar a los convalecientes de las trincheras una lectura divertida, ligera y un poco pueril, como debe ser toda la lectura de un convaleciente, de ilación sencillísima para no precisar de ellos significativa atención, y a un tiempo extensa y breve para que les durase el mayor tiempo posible y pudieran abandonarla a la primera fatiga"

Fragmento del prólogo de la 2ª edición, Buenos Aires-Madrid, 1945


EL TIMBRE DE LA ALARMA (del capítulo "El hombre de la barba azul marino")

Yo había pasado el día en el campo: en Slough.
¿En Slough? Sí; en Slough. En Slough...

Yo había pasado el día en el campo (en Slough) y regresaba a Londres, a bordo de una de los trenes de la tarde, cuando al llegar a la estación de Charing Cross oí gritar desaforadamente a varios viajeros de los que, por viajar sin billete, iban sentados en los techos de los vagones.


Al principio no hice caso. Supuse que el inspector les habría sorprendido y que los viajeros sin billete estarían asesinándole, como siempre ocurre. Pero al cabo de unos instantes no fueron sólo los viajeros del techo los que gritaron, sino que se pusieron a gritar todos cuantos se hallaban junto a las ventanillas y que, por tal causa, viajaban contemplando el paisaje y tragando hollín. 


-¡Algo muy grave ocurre! - pensé, lanzándome al timbre de alarma y tirando hacia abajo de la empuñadura.

El aparato funcionó al instante; pero en lugar de parar el tren, como yo esperaba, salió por cierta ranura una tarjeta perfumada con gasolina que decía así:

"Si está usted en peligro de muerte, récele a San Jorge, caballero"- La Companía.

Era ésta la última modificación que se ha introducido en los timbres de alarma de los ferrocarriles británicos y que tiene por objeto evitar las detenciones por accidentes y fortalecer el ánimo de la raza inglesa en los momentos de peligro.

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