Kunan, Afganistán y el hastío. Lejos del mundo donde pasan las cosas. Con ojos fugaces que miran desde lejos, con ojos cercanos nada confiables. Días y días en el valle de la nada. Aire acondicionado, que no es poco para una aventura colonial. Play station, música y antenas por doquier.
Son los nuevos puestos coloniales, los sucesores del Fuerte Apache, de las torres de vigilancia de De Lattre en Indochina en los '50, del fortín contra el indio, el reducto blanco de soldados perdidos de la gracia de los medios. No son noticia, pasa el tiempo y siguen allí, los relevos no llegan, en EEUU a nadie le interesa hacer patria allá cuando la patria se quiebra por dentro.
De las transformaciones que sufre el hombre blanco en este tipo de aventuras, es la del pequeño dictador que pone orden en la zona desde su fortín. Se sabe olvidado. Busca en los medios y nada dicen de su guerra, que la conoce y cree tener la clave para ganarla pero nadie lo escucha. Pequeños Kurtz.
Debe conocer la zona, entablar amistad con los pobladores hasta devenirse en juez de pleitos entre civiles. Ciertas dádivas, alguna que otra misión sanitaria, mercado negro, drogas, intercambio de alimentos y mercancías del economato. Si se ve algo sospechoso una lluvia de morteros, si es algo más grande pide ataque aéreo. Algún que otro ejercicio de sniper en alguna cabeza afgana desprevenida entre las piedras.
Claro que siempre llegan las órdenes desde los estados mayores, en confortables oficinas, normalmente los mejores edificios del país conquistado de turno, mostrados como los lujos del dictador caído, demandando patrullas en tal o cual sector.
El jefe de la guarnición siempre sabe más que el que da las órdenes sobre la condición de hacer o no una patrulla fuera de los límites seguros y por terrenos afganos que son un canto a la emboscada. Porque está allí. En otras épocas se informaba sobre una patrulla que nunca se hizo. Hoy las patrullas van con rastreadores satelitales. Imposible flexibilizar la orden. El concepto de obediencia debida por encima de todo saber y entender es más patético que nunca.
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