¿Irak? Bien, es por Saddam. ¿Libia? ¡Está bien! Que maten a Kadhafi. ¿Siria? Perfecto. ¡Que maten a Al Assad!
Lo dicen millones de personas mientras leen los titulares, con eso suficiente, de los diarios de mayor tirada de sus países, los más corporativos, los más prestigiosos aunque hace poco los haya comprado un fabricante de armas, los que tienen historia de participación en los planes imperiales, los que consumen eso. Por nombrar algunos, La Nación y Clarín en Argentina, El País, El Mundo y ABC en España, Le Figaro y Le Monde en Francia.
Hoy a 10 años hacen notas críticas sobre la invasión a Irak y en el titular siguiente crean masa crítica para propiciar una intervención de la OTAN en Siria culpando a Al Assad hasta de lo que hace la oposición.
¿Hasta dónde va a llegar la opinión pública cebada por los medios apoyando magnicidios que terminan en genocidios express? Eso fue Libia. La hicieron pedazos con todos los libios e inmigrantes de otros países africanos adentro. Aplaudió la derecha y también la izquierda, todos unidos y otanistas.
Los ataques luego de destruir con la infraestructura militar siguen con la civil. Las poblaciones civiles, de a millones, pasan a vivir en países sin usinas eléctricas, plantas de agua, combustible, calefacción y administración básica. Destruyen los Estados. Todo sea por derrocar al tirano que alguna vez llamaron socio.
La minoría libia burguesa pro-europea que esa opinión pública se entera por esos medios que son una mágica y espontánea mayoría, que con armas son "rebeldes", de inmediato se puso a perseguir a esos inmigrantes africanos, que los medios sindicaron como mercenarios de Kadhafi y eran trabajadores que vivían de los progresos económicos de la Jamahiriya, la cual tenía una dirección social opuesta a la que reina hoy en la Europa del desempleo y los desahucios.
El corresponsal de El País, Francisco Peregil, llegó a redactar que en Tahuerga los negros eran plaga, esos negros eran los inmigrantes africanos. Lo peor fue que el diario lo publicó en la web. Al lector lo ayudan con la lógica que a cualquier plaga le corresponde un exterminador.
En Libia las cadenas globales le dieron a la OTAN información táctica de Trípoli desde el Hotel Rixos. Fueron felicitados por el jefe militar de la OTAN a cargo ya hecha la faena, por los servicios prestados. Periodistas empleados de corporaciones que cruzaron la delgada línea roja. De corresponsales de guerra a agentes de inteligencia militar.
De Trípoli salieron impunes, pero en Siria la primera oleada de estos periodistas de combate, pensando que la OTAN volaría en pedazos todo lo que pareciera peligroso, como en Libia, varios volvieron en bolsas. Sin los aviones de la OTAN es donde se ven los guapos.
Las guerras de la Independencia en Latinoamérica se libraron con armas semejantes en los dos bandos. Ya en Vuelta de Obligado en 1845 la flota anglo-francesa traía cañones avanzados que dieron poca chance a las baterías argentinas, que volaban una a una. Pero el coraje sirvió para ganar tiempo, que posibilitó que los imperialistas europeos sufrieran en su paso por el río Paraná una derrota lenta y agotante.
Hoy en día la diferencia tecnológica militar entre EEUU y la OTAN con la gran mayoría de los países el mundo es tal, que no hay coraje militar ni popular de resistencia a ser invadidos por parte de esos pueblos que sirva para evitar ser masacrados, ni siquiera para ganar tiempo. Hombres aguardando al enemigo en defensa de su tierra que de golpe son volatilizados por un misil desde un drone que nadie ve y manejado por un soldadito de play station a 14.000 km. Luego lo condecoran.
Los que componen la opinión pública traga vidrios, los que se comen la galleta que les arroja la OTAN a través de los medios, nos rodean. Mucha gente mal informada. Amigos cercanos en lo ideológico que repiten la cantinela otanista festejan cuando cuelgan a Saddam como en el Far West o linchan a Kadhafi, pero luego, sobre otros temas, dicen estar contra la pena de muerte.
Cuando escuchen en los medios a algún periodista o asesor todo terreno decir que los medios no influyen, o no tanto, lean la historia de Ruanda, es una buena vacuna.
Tal vez en Venezuela haya muchos venezolanos que guarden esperanzas a una intervención de EEUU que estas campañas globales harán aceptable para los consumidores de noticias de países que aún no les toque. Cualquiera que lea sólo El País justificaría que se haga algo contra el "régimen" de Maduro, con sólo haber leído sus titulares sobre Chávez desde 1999 hasta ahora.
Deberían saber que en Irak y en Libia, los misiles Tomahawk no hicieron diferencia entre los que apoyaban a sus líderes y los opositores. En eso fueron muy democráticos. Que el uranio empobrecido seguirá matando de cáncer gobierne quien gobierne Venezuela. Que los paramilitares colombianos infiltrados disfrazados de Ejército Venezolano Libre, dejarán huellas de una crueldad profunda en cualquier civil que se les cruce, chavista o no chavista.
Seguramente, sabiéndolo, muchos venezolanos embanderados con esa intervención, los más entusiastas, los más ricos, la vean desde el relato de la CÑN desde Miami, lejos del impacto de los Tomahawk.
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