De haber sido una exportadora de gas y autosuficiente en petróleo, la Argentina se ha convertido últimamente en un país importador debido a la caída estrepitosa de la producción local y a la falta de exploración. Es probable que haya reservas cuantiosas que aún no han sido detectadas, pero averiguarlo para después explotar lo encontrado requeriría inversiones importantes que el Estado no está en condiciones de emprender y que las empresas prefieren postergar porque, a su juicio, no les resultaría provechoso a menos que pudieran asegurarse ingresos suficientes. Si bien las tarifas de electricidad y gas aumentaron luego de verse congeladas durante muchos años, siguen siendo muy bajas en comparación con las vigentes en otros países latinoamericanos, de suerte que es lógico que las empresas hayan optado por limitarse a operar las instalaciones ya existentes.
Es de suponer que a esta altura los Kirchner y los funcionarios de su gobierno entienden que las deficiencias patentes del sector energético constituyen un obstáculo acaso insuperable en el camino del crecimiento económico, pero parecería que están tan comprometidos con el esquema que, por motivos políticos, eligieron al iniciar su gestión, que no saben cómo cambiarlo por otro más racional sin correr el riesgo de provocar protestas airadas por parte de la clase media urbana, en especial la porteña, que se ha visto beneficiada por su voluntad de proveerla de energía relativamente barata. Puede temerse, pues, que toda vez que baje la temperatura, como sucedió últimamente por algunos días en diversas zonas del país, o que haya un período de calor, como a menudo sucede, propendan a multiplicarse los apagones y se agraven los problemas de mantenimiento al envejecerse cada vez más un sistema ya anticuado que el gobierno no está dispuesto a ampliar construyendo nuevas plantas. De haber decidido los Kirchner hace siete años tomar en serio el desafío planteado por la energía, el gobierno podía haberse ahorrado los problemas actuales, y los que con toda seguridad pronto tendrá que enfrentar, a un costo político aceptable. Puesto que no lo hizo sino que, por el contrario, optó por subordinar todo a su relación con los residentes de las zonas urbanas más importantes subsidiando el consumo de energía, al parecer con la esperanza de que las empresas se conformarían con trabajar a pérdida hasta nuevo aviso, ya no tiene más alternativa que la de resignarse a que la falta de energía sea un problema "estructural" y rezar para que de un modo u otro el sistema siga funcionando hasta los meses finales del 2011."
1 comentario:
Qué le pasa a este tipo? Cuanta mala leche. No hace falta ser kichnerista para estar de acuerdo con que aquellas cosas necesarias para la vida digna deben tener un precio bajo. Está pidiendo que suba el precio del gas. ÉL no usa gas en su casa? Cuál es el argumento en defensa de la suba de un impuesto? De dónde sale un pensamiento tan antipopular?
No entiendo cómo alguien que lee esto se pìensa que el tipo tiene razón. Es el sindrome de EStocolmo.
El sentido común dicta muchas veces pensar en contra de uno mismo.
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