martes, 17 de agosto de 2010

SAN MARTÍN A SAN LORENZO





Es indispensable agarrar a la patrona, a los chicos, a la novia o a un amigo y tomarse el tiempo para ir a San Lorenzo, al lugar de los hechos del combate acaecido en 1813, en febrero, pleno verano. Está cerca de Rosario y se va desde Buenos Aires más de un 90% por autopista.





La primera vez que vi el Campo de la Gloria en los '80 me sorprendió por pequeño. Fue en la pausa del mediodía que hicimos extensa con un compañero y amigo del trabajo, en una aceitera de Puerto San Martín estallaban las baterías de capacitores y nos habían mandado a medir señales eléctricas desde demasiada corta distancia para averiguar las causas.


Son unos 400 metros desde atrás del convento a la barranca. El combate se extendió hacia los costados donde ahora se ven casas, confirmados por restos de sables y objetos encontrados más allá de las gruesas cadenas que circundan el predio, hoy en el museo del convento.

En el barrio de Flores para agosto aprovechábamos el cotillón de los actos, los sables de lata, para dar más verosimilitud a los juegos en la cuadra. Los palos de escoba eran rifles y daban fenómeno. Un collage de "El santo de la espada" y mis propias perspectivas habían imaginado no menos de 1.000 metros, más también, dimensionando un Waterloo.

Al ver el recorrido tan corto y lo alto de la barranca del río, dos cosas pasaron por mi mente. Todo el rato de inseguridad de la infantería española mientras se afianzaban barranca arriba. Para muchos hubiese sido el momento de tirarlos al agua. José de San Martín los miraba desde el campanario. Se relamía. Había pasado demasiado tiempo de la última carga de caballería. Había tenido muchas y en las primeras aún su cuerpo no se había terminado de formar, adolescente que había sido uniformado desde púber.

La otra fue la sorpresa que se deben haber llevado cuando vieron salir las dos alas de ataque desde los laterales del convento. No esperaban nada. No era la primera vez que hacían la recorrida para buscar víveres para paliar el sitio de Montevideo. Siempre impunes. Subieron la barranca, acomodaron las cosas, se formaron y comenzaron a marchar. Llevó un rato eso. Adentro del convento orden de silencio total. A los curas no les costaba pero a la caballada sí. Eso de no resoplar cuando el jinete que tengo encima está como pipa, inquieto, todo nervio no lo encuentro en ninguna parte de mi instinto, diría algún caballo.

Basta estar al lado de un policía de la montada para dimensionar lo que significa un caballo cayendo sobre un humano. Salieron algunos con lanzas y otros con sables. Fijen una lanza a la trompa de un auto y den contra algo a 60Km/h. Eso recibieron las primeras filas de la infantería española. Esternones sacados por las espalda, costillas estalladas, para luego caerle los sables corvos, con un poder de rotura sobre el tejido humano atroz, impulsado por brazos fuertes y entrenados. Cabezas como zapallos partidas en seco. José de San Martín sabía de los beneficios en la curvatura de las espadas, se lo enseñaron los árabes a los que combatió.

Los tuvieron encima de inmediato. El pánico debe haber sido la consecuencia más presente después de la sorpresa, aún después de la descarga de fusiles que llegaron a hacer. El retumbar del piso les debe haber hecho perder el pulso para embocar la pólvora en la recarga. A correr. Hipólito Bouchard levanta la bandera realista. El también estuvo en muchas como ésta en otros continentes. Hay revancha de gloria en su acto de viejas cuestiones personales en el ejército de Napoleón, rodeado hoy de bravos que se juegan por una patria nueva.

Detrás de los granaderos estaba la Infantería de Rosario, omitidos en la Historia Oficial de nuestros manuales de escuela. Se hacían cargo de lo que dejaban en pie los granaderos. Fue una paliza, intensa, rápida. El vapor de la sangre, del sudor de hombres y caballos comenzó a recibir un sol que haría oler a muerte la zona por un tiempo. Tremendo sería el humor de los que lograron reembarcar de vuelta a Montevideo. Que nadie hiciera un chiste en ese barco.





A los fondos el convento, en el círculo, sobre la Ruta 11, está el pino de San Lorenzo, en su sombra estuvo José de San Martín. Pisó ahí.





Barranca urbanizada de San Lorenzo. Que el Cristo esté mirando hacia donde venían los granaderos es notable. Los realistas miraban hacia el mismo lado, con los ojos muy abiertos, siendo los que habían traído la fe católica a un continente con sabidurías más sutiles.


Que los curas no hayan avisado a los españoles de la presencia de los granaderos en el convento es bastante meritorio al lado de lo que la jerarquía eclesiástica hizo desde esos días hasta hoy. Muchos deben haber sido españoles. Claro que la mirada del correntino con sangre guaraní les debe haber hecho entender muchas cosas

Sobre las grandes mesas de madera del comedor aún existentes se atendieron a los heridos después del combate.





Aquí están sus granaderos caídos en el Campo de la Gloria. Debería estar con ellos, aunque no es cuestión de sacarlo de la Catedral para ponerlo en otra iglesia.



Y a la Recoleta no. Hoy José de San Martín sería mal visto en ese barrio, demasiado oscuro para Micky Vainilla. Serían sus deseos cuando la Recoleta era otra cosa. Hace un tiempo que vengo subiendo el deseo de sacarlo de la Catedral. Como no es cuestión de patalear sin aportar una idea, propongo un mausoleo en el centro del Campo de la Gloria junto al resto de los granaderos, en el lugar donde esquivó la muerte apretado por su caballo, para devolverle el favor a ella, que lo dejó vivo para liberar Sudamérica.

Lectura complementaria:

Puerto SAN MARTÍN: Hay que sacar a los mercaderes de nuestros templos patrios

SAN LORENZO: LO QUE SE GANA TAMBIÉN SE PIERDE

LOS SIETE GRANADEROS

4 comentarios:

Billii dijo...

Podría aguegar que San Martín fue herido en esa batalla. Cosa conocida es que lo salvó Cabral, que la Marcha de San Lorenzo fue encargada por San Martin, para que sea recordado y que tambien lo ascendió a Sargento. Que fue la única batalla que peleó San Martin dentro del pais, que fue una pueba importante de fuego para los granaderos y que peleó al frente demostrando su valentía y su compromiso con la patria.
Abrazo Che

Leguar dijo...

Siempre me pregunte como corno hicieron los realistas, para trepar la barranca, que debe tener unos 20 metros. También, me pregunto cuando tuvieron que replegarse derrotados adonde lo hicieron, porque deben haber quedado embotellados por las tropas de San Martín y trás está el Paraná. Se habrán tirado de cabeza?

G4þRI€L dijo...

muy buen articulo Che!! En cuanto pueda me voy a visitar San Lorenzo.

Pensála bien, hermano! dijo...

Buenísimo!!! Me encantó...hace tiempo que vengo descubriendo la verdadera faceta de San Martín...nos mintieron tanto!!! buenísimo tu blog..