sábado, 30 de octubre de 2010

Fue la vida de Néstor y no su muerte la forjadora de realidades felices

El lunes pasado en el Alto Valle, charlaba  con mi mejor amigo que hace un año no veía.

Le pregunté si había escuchado sobre los "Blogueros K". Me dijo que sí. Le dije que yo era uno de ellos. Hubo orgullo al decirlo, un misterioso sabor dulce de militancia y pertenencia. 

Le aclaré que a Aníbal le había afeitado una vez el bigote, pero fue en el blog del Viejo Vizcacha. Que me encantaría tener una paga para que las horas que uno pasa no sea en contra de poder pagar una vieja hipoteca de los '90. contraída co el banco que más ahorristas cagó en el 2001. 

Le conté que todos preguntamos por qué caja pasar cuando nos corren con eso. Pero que el compromiso me impide incluso aceptar publicidades ofrecidas para el blog, pues nadie me garantiza que no aparezca un banner de Monsanto, por ejemplo, o de cualquier garca que uno putea todo el día en estas "páginas".  Que sólo podría ser publicidad oficial, un comercial del Padre Farinello o uno de KLAUKOL. Le hablé de la Peronósfera. Que es una de las formas de militancia en tiempos de Internet.

Al otro día volví a Buenos Aires y al otro día...

Leyendo a Aldo Ulises Jarma, en esta terapia de grupo bloguera que cada uno hace pasando por blogs amigos en estos días bravos, pensé que muchas cosas que vamos a atribuir a la muerte de Néstor, en realidad ya estaban en el aire bien visibles desde los festejos del Bicentenario. Para mí fue claro cuando vi clase obrera en familia en las playas de la costa. 


Es importante no confundirnos ni que nos confundan. Ahora tal vez no, pero sí en un tiempo. Llegaron a  hablar del efecto carótida y hablarán del efecto Funeral. Cuando estrenen los documentales de estos días Lanata dirá que está harto.

Por eso nos debe doler más aún la muerte de Néstor. Hubiésemos sido testigos de estas mismas masas humanas repartidas en los actos electorales para el 2011. El pueblo lo tenía claro, la gilada de siempre no y todo esto con Néstor vivo.

Y ese dolor tan fuerte al que tratamos de saber por qué duele tanto, en vez de caer en la cuenta que es como cuando muere un padre, un hermano, un amigo o donde a Néstor cada uno lo puso en sus estrictas listas de aquellos que ubicamos en nuestros corazones, no necesita explicación, es como el dolor de la crisálida. 

Néstor está pasando en estos días a la eternidad argentina y eso ya no le duele, nos duele a nosotros. El dolor de las crisálidas abriéndose y nada de crisálidas de mariposas, con paredes finas de sustancias secas, de materiales sutiles, sino de paredes de huevos gruesos y ásperos, muy ásperos, con millones de pingüinos emergiendo.

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