Cuando las fuerzas de EEUU en África se encontraron con los bolsones de prisioneros italianos y alemanes de Rommel los embarcaron y los llevaron a los EEUU. Los derrotados no sabían lo que les esperaba. Recorrieron EEUU en confortables trenes con asientos y no en los de carga con los que eran transportados por el gobierno alemán.
Una vez en los campos distribuidos por zonas cálidas comprobaron que el confort equivalía un cuartel y que la comida era mejor y más abundante de la que habían comido en la Wehrmacht hasta ese momento.
Las quejas no se hicieron esperar, enterados por los medios la opinión pública criticó ese trato al enemigo, pero el departamento de Guerra hizo caso omiso, se ajustaría estrictamente a la Convención de Ginebra, esperando reciprocidad de parte alemana y una mayor predisposición del soldado combatiente a rendirse sabiendo, a través del correo de los prisioneros hacia Alemania, que las condiciones eran buenas.
Recibían en bono una paga de soldado que podía cambiar en cantinas super abastecidas. Con el tiempo empezaron a trabajar en granjas y fábricas. Incluso enlataron comida kosher en una fábrica de Nueva Jersey.
Los más irritados eran los negros que vueltos del frente veían a los alemanes ocupar butacas del cine del pueblo prohibidas a ellos por su color de piel. Es que los alemanes son blancos y los habitantes de los pueblos cercanos a los campos no sentían animosidad racial al alemán, al contrario, se identificaba.
En un bar unos prisioneros italianos con permiso de salida del campo ocupaban una zona vedada a los negros. A la noche los negros atacaron el campamento italiano, moliendo a unos cuantos a palos y apareciendo uno colgado de un árbol al otro día.
Los 400.000 prisioneros en EEUU se transformaron en una fuerza laboral importante ante la falta de mano de obra por el llamado a filas a combatir en Europa y el Pacífico. Fue tal que algunos fueron devueltos un año después de terminada la guerra:
Los prisioneros japoneses en territorio de los EEUU sólo fueron algo más de cinco mil. No recibirían el mismo trato que los alemanes. Si en dibujos durante la guerra como Bugs Bunny retrataba a los japoneses como monos, no les cabía tanta consideración.
Los prisioneros alemanes se dividían en aquellos llegados primero de África, con fe en la victoria y la oleada de prisioneros que llegó después del desembarco en Normandía, menos optimistas o decididamente pesimistas. Los nazis más convencidos tomaban el mando dentro de las barracas y hacía que los demás midieran mucho cada paso que pueda tomarse como colaboración. Hubo juicios sumarísimos y ajusticiamientos. Impusieron poder hacer el saludo nazi y de izar la bandera con la svástica.
Realmente habría habido verdaderos motines en el frente si los soldados norteamericanos hubieran visto la vida en los campos en EEUU, sumado al hecho que el trabajo exterior de los alemanes permitía relacionarse con mujeres, cuyos hombres estaban en aquel frente.
Se trató de separar a los irreductibles y al resto se lo sometió a una desnazificación a través de películas que iban llegando del frente a medida que las tropas llegaban a los grandes campos de concentación en Europa.
Hubo un gran esfuerzo logístico, político, económico del gobierno de Roosevelt para tratar el tema de los prisioneros. Hoy vemos Guantánamo, pero también se puede recordar la prisión de Paulo Condor en Vietnam para darnos cuentas que después de la muerte de Roosevelt una patota muy fulera terminó de hacerse dueño de los EEUU, gobiernan bajo Ley Patriótica sin estado de derecho, como si en vez de desnazificar a los prisioneros hubieran aprendido de ellos.
Fotos blanco y negro: Life
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